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Foto del escritorAdriana Mendes Rosa

Matricaria

para sanar el dolor

de lo excluido


Aromas

para aliviar las guerras

injustas


Vida

para abrirse al mundo

en una hoja


Muerte

para dejar ir lo imposible

y tomar el misterio


Rojo fuego

para quemar y transformar

cada latido en otro, y en otro, y en otro...


Y Vida, otra vez vida

para acariciar la danza eterna

del aprendiz en el maestro.

amr



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Foto del escritorAdriana Mendes Rosa


Sentir el pulso de mi vagina estremecerse de amor y entrega al mundo.

Abrirse al agua festiva del volver a nacer.

Dejar correr la sabiduría por mi sangre y tomar a sorbos su alegría.

Rodearme de mandalas poderosos y tejer con hilos y tierra la trama mas perfecta de mi existencia.

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Foto del escritorAdriana Mendes Rosa


Pensó que el miedo se quedaba para siempre. Pensó también que no era capaz. Ella simplemente se llenaba de palabras que la acompañaban en la fuga constante de ser.

Pensó también que el dolor era insoportable y los rojos y naranjas que aparecieron en aquella prisión le trajeron la oportunidad de cerrar los ojos, sentir y dejar que venga.

El camino es hacia adentro le decían, y ella escuchó.

Un día pensó en verde y danzó con las raíces de lo que aún no había descubierto. Buceó en el azul profundo de lo que no sabía que sentía y el alma se abrió a recibir el amor que acompaña el dolor.

También, un día, el amarillo soltó destellos de luz en la cueva de sus pensamientos y el placer de atravesar le trajo un nuevo lugar; donde la libertad no es hacer lo que se quiere, sino elegir cuándo y cómo ir al encuentro de sí misma y hacerlo.

Pensó que luego de parir volvería a ser la misma. Pensó que le gustarían las mismas cosas y pensó que tenía que volver a esos lugares.



El amor, el miedo y el dolor le trajeron aprendizajes celestes. Se convirtieron en maestros violetas y en compañeros de búsqueda en el laberinto de la incertidumbre.

Bailar, ahora, es para ella un nuevo lugar.

Escribir, ahora, es para ella el reencuentro.

Pensó que era un amor como todos. Y la panza y la danza multicolor le trajeron la locura del cuerpo a disposición, de la loba que defiende, cuida y protege a su cría, del placer de la entrega.

Y supo, ella, que ese amor que nació del amor, del miedo y del dolor no tiene tiempo, no tiene, espacio y no tiene fin.

Y también un día, cuando los primeros pasos y la primeras palabras inauguraron un dialogo intenso con el dejar ser, pensó en fucsia. Y entonces como si se tratara de lo inevitable otra vez, sintió la necesidad de estar sola y la culpa oscura se convirtió en una anciana sabia.

Y supo que ir y venir, que entrar y salir, que tomar y soltar es la danza eterna más antigua con la que pulsa el universo.

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