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Foto del escritorAdriana Mendes Rosa



Un cuento de por qué las mujeres tenemos ÚTERO Por Ximena Noemí Ávila Hernández


Cuenta una historia muy pero muy de antaño, de la que ya no muchos recuerdan, ni de la que ya muchos hablan, antes de que aparecieran los seres humanos con dos patas en el planeta tierra, todas las mujeres, antes de ser mujeres fueron árboles, y tal como estos, tenían raíces que les hacían una con la madre tierra, manos largas y resecas hechas de troncos y cortezas y largos cabellos que se cubrían de hojas, flores, frutos y aves que cantaban en primavera.

Estas vivían en los rincones más hermosos, se nutrían del sol, el agua y el viento y jamás estaban solas, pues las rodeaban todas las criaturas del bosque tanto las terrenas, como las más mágicas que puedas imaginar. Así también las custodiaba y nutría el árbol más sabio de todos, al que llamaban “la abuela árbol”, un árbol tan pero tan viejo, que conocía todos los secretos sobre la vida y sobre la muerte, y siempre que una mujer árbol de cualquier lugar del mundo enfermaba se comunicaba con la abuela a través de sus raíces para sanar.

Las mujeres árboles tenían poderes mágicos, se comunicaban sin usar las palabras, movían los elementos sin tener manos y podían sentir a todos los seres de la naturaleza a través de la red profunda que formaban con sus raíces bajo la tierra.

Un día mucho tiempo después de que llegaran a la tierra los humanos de dos patas, algo pasó y comenzaron las guerras, muertes y destrucción, algunos dicen que a causa de la ambición por los reinos, el poder y las riquezas. Fue una época terrible, donde muchas mujeres árbol fueron convertidas en madera y quemada para generar calor. De esta manera para poder mantener viva a sus hijas, la abuela árbol les permitió desenraizarse y tener pies para que pudiesen irse, correr y esconderse lejos del peligro. Así las mujeres árbol debieron aprender a caminar y sobrevivir por sí mismas, a cambio perderían sus raíces y su conexión a la madre tierra y todos los seres que en ella habitaban, esto les causaba tremendo dolor y tristeza, pero esta era la única forma de sobrevivir y conservar la tradición de las mujeres árbol.



Quién me contó esta historia dice que pasaron muchos años hasta que la guerra por los reinos terminó, en ello muchas mujeres árbol murieron de tristeza ya que no soportaron la soledad y el desenraizamiento, otras se olvidaron de quienes eran, por lo que aprendieron a vivir con los de dos patas perdiendo sus poderes y capacidades mágicas. Sin embargo hubo otro grupo de mujeres árbol que se distribuyeron por el mundo y a pesar de separarse se prometieron jamás dejar de ser ellas mismas y conservar en su más profunda memoria de ADN, todo aquello que ellas aprendieron de la abuela árbol. Así este grupo de mujeres se prometieron encontrarse y reencontrarse en todas las vidas posteriores, manteniendo muy bien guardado el secreto de sus orígenes y poderes.

Así también la abuela deseando nunca más separarse de este bosque de doncellas y en un acto de amor profundo por sus hijas, bendijo a todas las mujeres con un árbol en su vientre, y éste árbol se transformó en que hoy es nuestro útero. Así todas las mujeres pueden recuperar su enraizamiento a la madre tierra nutriéndose de todo su amor, pues el útero es su anclaje a su verdadera esencia. Desde él está la forma de recuperar la razón más primigenia del ser mujer. Y lo maravilloso de la bendición de la abuela árbol es que tengamos o no un útero físico, siempre tendremos un útero energético que nadie nos podrá jamás arrebatar.

Es una historia muy, pero muy antigua, sin embargo muchos dicen que en estos tiempos la abuela árbol está haciendo un llamado fuerte y claro a sus hijas. Es así como abrazar al árbol más viejo del bosque y apoyar tu oído en su tronco, éste te contará los secretos de las mujeres árbol, te llenará de todo su amor y te otorgará toda su medicina ancestral. Y ya nunca más estarás desconectada de la abuela árbol. Tu útero recuperará sus raíces y caminarás por siempre anclada a la tierra”.

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Foto del escritorAdriana Mendes Rosa

Me veo

Me veo. Bailo en un bosque entre árboles y flores, besada por una lluvia pretenciosa. Mi vientre, lleno de espacio, huele e intuye que el movimiento que comenzó cuando nací está tocando algo profundo y primordial.

Me veo. Rodeada y acompañada de otras mujeres con vestidos blancos volátiles, con coronas de flores en la cabeza y nuestros úteros cual cuencos ardientes giran en un rojo intenso y rítmico.

Me veo. Mi cuerpo gira, lleno de espacio. Siento que este pedazo de cielo o infierno que vivo, este aquí y ahora es justo lo que necesito para evolucionar y configura los más maravilloso de mi ser.

Me veo. Estoy tocando algo de lo esencial. La música acuna mis miedos y los tranquiliza. Respiro, respiro..

Me veo. Llego al fondo de mis emociones y entre mis manos una gema blanca, luminosa respira conmigo al ritmo de mi corazón pulsante.

Me veo. Todos mis caminos me trajeron hasta acá. Otras manos se me unen y avanzamos por las arterias y las venas del paisaje, danzando un canto común.

Me veo.


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Cuántas antes que yo cabalgaron el bosque bajo la luna llena

Cuántas antes que yo danzaron en círculo desnudas al calor del fuego

Cuántas antes que yo supieron que la matricaria acompañaba el parir

Cuántas antes que yo entregaban a la tierra su sangre

Cuántas antes que yp unían la tierra y el cielo con sus rezos

Cuántas antes que yo bailaron el encuentro entre la luna y el sol

Cuántas antes que yo abrazaron a la gran madre como sanadora universal


Cuántas antes que yo se escondieron para sobrevivir

Cuántas antes que yo callaron para no morir

Cuántas antes que yo murieron para no callar

Cuántas antes que yo sintieron su útero y supieron que lo sagrado de la vida se manifiesta,  inevitablemente, en el misterio



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